"...el ideal renacentista consideró la poesía, como las armas o la música, una de las manifestaciones de la capacidad viril."
Lionel Trilling
De pronto me sentí en Inglaterra.
Estaba tirado en la cama leyendo la página ocho del libro: “El Escritor y La Sociedad” de Trilling cuando una brisa húmeda y extraña entró por mi ventana, despabilando mi cara y algunas ideas.
Desconcentré mi vista del libro y lo primero que vi fue a mi gata caminando lentamente por la cornisa de la ventana abierta que iluminaba mi habitación. La quietud inglesa, el afuera reflejaba un fondo gris-nublado sobre techos lejanos.
“Our house, in the middle of our street” me cantaba la vista.
Moví mis ojos hacia los costados, la puerta del placard era inglesa, la pared también, la luz. Todo tenía aire ingles. Olía a Inglaterra.
Me sentía bien de poder sentirme en otro lugar, de poder sentir esa vibración mental que me atacaba ferozmente y no me dejaba salir del pensamiento. En verdad tampoco deseaba alejarme, por cierto: lo extraño me atrae en demasía.
Segundo fatal y una pregunta: “¿Cómo te podes sentir en Inglaterra si nunca estuviste allí?”
Un grito interior me dijo con naturalidad de niño eufórico: “¡Mooortaaal!”
Busqué, entonces, emocionadamente qué –algo- podría hacerme sentir así.
“Claro, las películas” pensé. Ellas tienen ese poder; como cualquier imagen, la de construir en nuestras mentes esos -algo- provenientes de nuestra imaginación, que son tan fuertes que pueden influenciar directamente en nuestros sentidos.
“Si, si, si, demasiado teórico amigo”.
Puede que lo haya vivido en otra vida entonces, sino no me explico porque me sentí tan arraigadamente en Inglaterra.
Y no fue un sueño porque les aseguró que no cambio el sabor de mi tierra por ninguna, de hecho detesto el clima que tiene el Reino Unido: demasiada humedad, demasiada lluvia. Pero son gustos, claro, no se ofenda nadie, ni siquiera usted: yo de mi otra vida.
Hay veces en las que pienso que debería ser el doctor de mi sentir y hay otras veces en las que creo me ayudaría más ser el psicoanalista.
En fin, no se cuanto tiempo haya pasado desde que empecé a escribir estas líneas pero el aire ha cambiado, el olor ha mutado. Mi mirada me expande sobre el espacio que me rodea, el cielo me llama, le apunto con los sentidos y respiro profundo: me percato de que hay otro clima: ahora me siento en Indonesia.
4 comentarios:
Agustín un placer leerte. Muy bueno lo que escribiste. Me gustó. Un abrazo-Graciela.
Mente que viaja, que no necesita avion que muta de pais reflejando su sentir, acaso algun dia dejaremos de viajar fisicamente y solo se transportaran nuestras mentes o acaso no es lo que hacemos? hoy en dia al escribir...
Jess
Si nuestras mentes no viajaran por instantes lejos de nosotros, y esos segundos, minutos sin-conciencia, que tanto bien hacen, que transportan, llevan, creo que no sería lo que soy.
Te regresan de nuevo a la realidad, si. ¿Pero qué realidad es verdadera? ..
Hay tantas realidades como cada uno de nosotros.
Así que su mente le siga llevando a la quietud inglesa, a Indonesia, o adonde usted elija Marcenaro.
Un beso muy grande,
Daniela o Dana, cómo usted prefiera. ;-)
Es fantástico volar un ratito... y como es gratis, mejor aún...
Leyendo podés transportarte donde sea.
En mi otra vida viví en Berlín...
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