¿A quién se le ocurre?
Titulo florido para semejante arrebato a la sensatez
¿a quién se le ocurre?
Ayer imaginé una masa hedionda capaz de atraer la estupidez de forma automática.
Se explica así:
caminante de pies esquivos al conocimiento,
de ojeras televisivas,
de madrugadas bostezantes con futuro de despertador inquieto,
es arrastrado por el incesante olor a mierda
que despierta un gran pedazo de algo indescriptible,
que con un poco de esfuerzo se podría describir así:
es cuadrado como un televisor, pero grande como una cancha de fútbol.
No es un objeto inmóvil, por el contrario se mueve, tiembla, es como una gelatina de novecientas mil toneladas en movimiento constante consigo misma.
Todos los cuerpos de pocas ideas son arrastrados lentamente hacia ella. Esa gran masa color cemento los absorbe hasta su centro...donde se pierden de vista.
El hedor se hace más fuerte y poderoso a medida que los hombres de ojos iguales son consumidos, atraídos por ese no sé que.
De pronto las calles se vacían, quedan pocos hombres dando vueltas, buscando una explicación, ellos no huelen nada. Piensan, recurren a los libros, se juntan, generan debates, no entienden. Análisis de todos los tipos, sangre- glóbulos rojos, blancos- no dan respuestas. ¿Por qué nosotros no? Era la pregunta.
Lo más sorprendente era que todos querían saber, se interesaban y trabajaban sobre el tema, buscaban un cambio, todos los que habían quedado creían que podían cambiar las cosas. Tenían ideas, se esforzaban, trabajaban unidos dejando de lado el individualismo, el egoísmo y el poder.
Ese era el punto, eso tenían en común. Ellos siempre fueron iguales-pares, desde antes de la aparición de la gran masa hedionda, todos ellos tenían los mismos ideales de unión y revolución.
Quedaron los hombres con conocimientos abiertos al cambio, a la lucha, a la esperanza de un mundo mejor. Se vieron así mismos, no sabían que hacer.
La gran masa se había devorado a los hombres necios, a los que no creían en el granito de arena, a los que estafaban a los sentimientos con excusas cómodas.