viernes, 8 de enero de 2010

¿A quién se le ocurre?





¿A quién se le ocurre?

Titulo florido para semejante arrebato a la sensatez
¿a quién se le ocurre?
Ayer imaginé una masa hedionda capaz de atraer la estupidez de forma automática.
Se explica así:
caminante de pies esquivos al conocimiento,
de ojeras televisivas,
de madrugadas bostezantes con futuro de despertador inquieto,
es arrastrado por el incesante olor a mierda
que despierta un gran pedazo de algo indescriptible,
que con un poco de esfuerzo se podría describir así:
es cuadrado como un televisor, pero grande como una cancha de fútbol.
No es un objeto inmóvil, por el contrario se mueve, tiembla, es como una gelatina de novecientas mil toneladas en movimiento constante consigo misma.
Todos los cuerpos de pocas ideas son arrastrados lentamente hacia ella. Esa gran masa color cemento los absorbe hasta su centro...donde se pierden de vista.
El hedor se hace más fuerte y poderoso a medida que los hombres de ojos iguales son consumidos, atraídos por ese no sé que.
De pronto las calles se vacían, quedan pocos hombres dando vueltas, buscando una explicación, ellos no huelen nada. Piensan, recurren a los libros, se juntan, generan debates, no entienden. Análisis de todos los tipos, sangre- glóbulos rojos, blancos- no dan respuestas. ¿Por qué nosotros no? Era la pregunta.
Lo más sorprendente era que todos querían saber, se interesaban y trabajaban sobre el tema, buscaban un cambio, todos los que habían quedado creían que podían cambiar las cosas. Tenían ideas, se esforzaban, trabajaban unidos dejando de lado el individualismo, el egoísmo y el poder.
Ese era el punto, eso tenían en común. Ellos siempre fueron iguales-pares, desde antes de la aparición de la gran masa hedionda, todos ellos tenían los mismos ideales de unión y revolución.
Quedaron los hombres con conocimientos abiertos al cambio, a la lucha, a la esperanza de un mundo mejor. Se vieron así mismos, no sabían que hacer.
La gran masa se había devorado a los hombres necios, a los que no creían en el granito de arena, a los que estafaban a los sentimientos con excusas cómodas.



5 comentarios:

Marce Vagni dijo...

Te diste cuenta lo que estás haciendo?
Estás contando cuentos... es realmente muy bueno,no se si te das cuenta, no es solo poesía, estás encarnando al NARRADOR, ese personaje que empieza con el mito de Ulises, que dedicó su vida a contar historias! Eso era lo que hacían antiguamente los nonos y la tradición perdida, el vértigo, el no saber escuchar, los geríatricos, y una sociedad necia y ciega a la sabiduría, dejó que se perdiera.
Relatar... no solo leer un poema, NARRAR UN CUENTO a través de una computadora, con todo lo que eso conlleva es maravilloso, lo ves??

alicia herrera dijo...

MARAVILLOSA MUESTA DE LOS QUE FUERON NECIOS Y NO CREÌAN NI VALORABAN LOS BUENOS SENTIMIENTOS DE AQUÈL ENTONCES.AUNQUE HOY POR DESGRACIA DE TODA LA SOCIEDAD SUCIA EN LA QUE NOS TOCA VIVIR, AÙN PERMANECEN ENTRE NOSOTROS.LOS NECIOS, LOS HEDIONDOS, LOS QUE PRODUCEN ESE OLOR A MIERDA.EXCELENTE AGUSTÌN. ME ENCANTA TU VOZ AL RELATARLO. UN ABRAZO ENORME. ALICIA.

Laura García del Castaño dijo...

Muy bueno Agustín! muy cierto, y tramado con justicia... un abrazo

Tefilina dijo...

Si solo todo eso pasara...

Anónimo dijo...

ja ja ja que bueno..
Hilde